miércoles, 30 de noviembre de 2011

Del manual de antropología

En el libro El desarrollo de la teoría antropológica Harris realiza una rigurosa investigación sobre las teorías antropológicas o de otras disciplinas que han entrado en contacto con aquellas, a fin de indagar en la metodología de la búsqueda de leyes aplicables a la historia; en otras palabras, de explorar en la formulación de una teoría general de la evolución sociocultural. El autor declara que poco se ha avanzado en este propósito, a pesar de haber logrado establecer un principio en los estudios antropológicos: otorgar prioridad a las condiciones materiales de la vida sociocultural; pues este principio no ha sido aplicado consistentemente por los antropólogos. En los capítulos 19, 20, 22 y 23, Harris continua su pesquisa de las teorías antropológicas para llegar finalmente a aquellas que con mayor claridad se enmarcan en el materialismo cultural; postura defendida por el autor. 
En lo que denomina la antropología social británica (primeras décadas del S. XX), los investigadores esperaban salvar el cientifismo y la búsqueda de leyes socioculturales. El autor indica que sus explicaciones partieron de la idea de Unidad funcional, la cual se basó en la relación entre los conceptos función y estructura social, es decir, en la contribución de una institución al mantenimiento de las interrelaciones entre grupos territoriales, de parentesco y políticos. Harris destaca la definición de sistema sociocultural como la sumatoria de la estructura social, lo ecológico y lo cultural, equiparando los conceptos empleados por Radcliffe-Brown y la tripartición marxista (la estructura social, lo tecnoeconómico y lo ideológico), y proponiendo ahondar en la conexión entre la estructura y las pautas tecnoeconómicas.
Harris continúa su análisis con la nueva etnografía o etnolingüística. Un movimiento de mitad del siglo XX (principalmente desarrollado en Estados Unidos) cuyos principios giran en torno a la rigurosidad de los criterios etnográficos de descripción y análisis; y cuya actual fortaleza radica en que sus presupuestos teóricos son compartidos por los científicos sociales contemporáneos de distintos enfoques teóricos. Esta corriente incorpora los conceptos emic (sistema de “cosas” consideradas significativas por los actores mismos) y etic (interpretación exógena a aquella de los miembros de la cultura); los cuales Harris define como base epistemológica de particular interés para el materialismo cultural. El autor hace especial énfasis en la confusión recurrente entre estas dos prácticas. Algunos de sus ejemplos son: cuando el analista trasciende la inconsciencia del propio actor frente a determinados aspectos y se procede a anular la distinción entre emic y etic conciliando la idea del actor y la descripción del analista; o cuando se convierten en categorías etic, categorías emic identificadas en diversas culturas.
Finalmente, Harris señala que la cuestión persistente es la de establecer diferencias, paralelismos y convergencias entre los procesos de cambio cultural, y sus causas. Resalta el trabajo de Leslie White (evolución general - herencia de Tylor y Morgan) y Julian Steward (ecología cultural - herencia de Boas) cuyos puntos de vista se distinguen por la aplicación del materialismo cultural en la comprensión de la historia. Sus trabajos son de especial interés para Harris por sus aportes al enfoque materialista: White emplea el concepto de energía en los procesos de evolución y defiende la búsqueda de leyes generales, si bien es consciente de que “ninguna ley general explica todos los aspectos de los casos particulares”; por su parte, Steward emplea la articulación entre procesos de producción y hábitat. En ambos casos priman las variables tecnoecológicas y tecnoeconómicas, y se incorpora la idea de determinismo.
Algunos puntos en los que se podría profundizar son: (1) los argumentos que sustentan el hecho de que la separación entre emic y etic no implique que una u otra práctica posea un acercamiento a la realidad o un status científico mayores; (2) el sustento y el significado de poner en duda el status empírico del trabajo del analista cuando se procede a anular la distinción entre emic y etic conciliando la idea del actor y la descripción de analista; y (3) las criticas precisas al materialismo cultural y los elementos teóricos y prácticos aún débiles en este enfoque.
Bibliografía: Harris, M. 1983. El desarrollo de la teoría antropológica. Historia de las teorías de la cultura. R. Valdes del Toro, trad. 4ta edición. Pp. 445-523 y 549-596. Madrid: Siglo XXI Editores.

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