Carlo Ginzburg presenta a través de este libro una propuesta historiográfica a partir del estudio, investigación y análisis de la historia de un individuo; en este caso del molinero Menocchio, quien soportó dos procesos inquisitoriales a causa de sus ideas displicentes para el orden católico. A cerca de la validez de esta propuesta, el autor señala que en tanto su objetivo es el de aproximarse a una explicación de la cultura popular del siglo XVI, más allá de entender a ésta como una cultura residual de la cultura de las clases superiores o dominantes, el estudio de un microcosmos como el caso de Menocchio es suficientemente representativo si se tiene en cuenta que “nadie escapa de la cultura de su época y de su propia clase”. La cultura, así como la gramática, ofrece a los individuos un horizonte de posibilidades latentes, condiciona su libertad de actuar inconsciente. Es por esto que las experiencias de un individuo, aún cuando éstas se alejen de aquellas de un individuo promedio como en el caso de Menocchio, ofrecen indicios sobre una cultura común de clase.
Es así que Ginzburg a partir de una serie de fuentes secundarias y de documentos primarios de tres clases (los dos procesos del Santo Oficio a Menocchio, documentos sobre su actividad económica y la de sus hijos, páginas autógrafas y referencias sobre sus lecturas) plantea ejemplos que sustentan su propuesta. Por ejemplo, las lecturas de Menocchio reflejan la influencia de la tradición oral rural sobre su interpretación de textos como el Il Sogno dil Caravia; de forma que su cosmogonía respondía a una convergencia entre las mitologías campesinas y las ideas de los intelectuales más doctos o refinados.
Sin embargo, la extracción de estas conclusiones y la propia lectura de las fuentes primarias encontradas deben ser relativizadas en la medida que se imponen obstáculos de interpretación por las propias características de estas fuentes. En el caso de los procesos inquisitoriales, la lectura debe ser cuidadosa en la determinación de las relaciones de poder que circunscribían los procesos. Este aspecto fue tenido en cuenta por Ginzburg, mas en el texto no se percibe claramente una distinción entre las situaciones de ambos procesos, es decir, no son precisados los eventuales cambios de actitud, identidad e, incluso, principios morales de Menocchio entre uno y otro proceso (los cuales tuvieron una separación de 15 años). Otro aspecto a tener en cuenta es la delimitación entre lo aquello propio de un individuo (de Menocchio) y aquello que se permea por el simple hecho de que las personas no existen solas; es evidente que la forma de expresarse de Menocchio irreverentemente, con iniciativa y empleando metáforas ilustrativas puede ser atribuible con más facilidad a las características personales del molinero, pero, no es tan claro que su percepción de descontento frente las jerarquías del poder, principalmente en el caso de la instituciones religiosas, sea atribuible o no a un inconformismo más o menos generalizado que se presentó en el campo incluso antes de la reforma (la cual para Ginzburg sólo visibilizó y potencializó tal inconformismo).
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