Además del amor por el
análisis deductivo profesado por el personaje de invención de Conan Doyle, quien
refleja el espíritu cientificista de la época (s. XIX), existe un elemento
igualmente recurrente en la saga de Sherlock Holmes: la justicia por mano
propia. Los sujetos a quienes suele dar captura Holmes, en compañía del doctor
Watson, llevan tras de sí historias de vieja data y muy dependientes del
sentimiento de la venganza. Más allá del debate filosófico y moral sobre la
venganza y, si se quiere, sobre su costo-beneficio, un aspecto a analizar es la
justicia de mano propia; aquellas acciones violentas y juzgadas como criminales,
que una persona acomete a raíz de la insatisfacción que le produce la impunidad
sobre un crimen.
Una prescripción de
los hechos, corrupción, permisividad o complicidad de las autoridades,
vulnerabilidad (por amenazas contra la vida o por hechos discriminatorios) y
otras causas de impunidad y de negación del derecho a la verdad parecieran
fomentar, no precisamente justicieros tipo el Zorro o Batman, sino personas
capaces de asumir la responsabilidad de llegar a la verdad y a juzgar, aunque evadiendo
principios que ya han sido consagrados en el sistema judicial de cada país. Quepa
aclararse que los sistemas penales son evaluados a partir de indicadores que permitan
estimar la tasa de impunidad y arbitrariedad de los mismos.
(Los valores normativos que debe respetar, promover y garantizar el
sistema penal en un Estado social y democrático de derecho se agrupan en: (i)
debido proceso; ii) derechos de las víctimas; iii) independencia; iv) oralidad;
v) eficiencia; vi) calidad; vii) selectividad; viii) reducción de la impunidad
o persecución efectiva de los delitos; y ix) confianza - Observatorio de la
Justicia Penal Colombiana-)
En las historias de
Sir Arthur Conan Doyle, estas personas, poseedoras de una determinación
correspondiente a la magna responsabilidad que se cargan frente a la impunidad,
no se convierten en canallas. Los protagonistas de algunos de los casos abordados
por Holmes, durante años alimentan el dolor de la pérdida (resultado del
crimen) y maquinan una intrincada estrategia para evitar ser culpados, pero que
preferiblemente les consienta evidenciarse ante el culpable de sus tragedias y,
en ocasiones, que les permita dar la oportunidad a éste de redimir sus culpas
demostrando arrepentimiento y cambio, con lo que evitarían cometer un crimen ellos
mismos. Si bien atropellan elementos como el debido proceso, la independencia o
la calidad del proceso, llegando a cometer crimines sobre personas inocentes,
estas personas no son descritas por el autor de modo que parezcan los
antagonistas de sus relatos y novelas. Este rol es encarnado por personajes como
los inspectores Gregson y Lestrade o aquellos que evadieron la justicia y
propiciaron el desarrollo de las historias, sin llenar por completo un papel de
antagonista típico.
¿En qué medida podrían
justificarse estas acciones de justicia? ¿Constituyen realmente justicia? ¿Son
una resolución de conflictos que aún así se tratan de impunidad (relativa)? Entendiéndose
impunidad relativa como imposición de castigos poco (o nada) apropiados o como
impunidad a nivel de criminalidad organizada; ¿Conducen estas acciones a la verdad o a una satisfacción espuria?
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