domingo, 25 de diciembre de 2011

Esclavitudes


De la María de Jorge Isaacs se han planteado numerosas críticas literarias y señalado múltiples aristas de los temas, situaciones y personajes que el autor plasma en su novela. El más discutido ha sido el romance desarrollado en el texto, pieza evidentemente inscrita en el estilo de la literatura del romanticismo (la relación entre María y Efraín y la apología a la espectacularidad de los paisajes caucanos). También ha tenido un lugar privilegiado la referencia a la sociedad caucana y la figura de los hacendados en el país.

Por otra parte, por la fecha en la que se enmarca el relato (hacia la mitad del siglo XIX) se vivía un periodo de transición (reformas liberarles), en el cual el tema de la esclavitud entró en su última discusión bajo el término de esclavitud. Con lo cual quiero indicar que múltiples formas de esclavitud se mantuvieron y aún se mantienen, solo que bajo uno u otro mote eufemístico. Ahora bien, las historias en María se relacionan inevitablemente con la situación de los esclavos y manumisos (hijos de esclavos que en palabra nacían libres –desde 1821- pero que según el lugar y “dueño” eran más o menos esclavizados). Trataré este tema, específicamente la historia de Nay (Feliciana).

Se ha escrito a favor y en contra sobre la visión de Isaacs respecto a la esclavitud, que puede deducirse de esta novela. Por un lado, se podría considerar que el autor no fue precisamente un progresista en el tema; frases como “los esclavos, bien vestidos y contentos, eran sumisos y cariñosos para con su amo” o “los músicos y cantores, mezcla de agregados y esclavos manumisos, ocupaban una de las puertas” no lo dejan entrever como un opositor al entonces status quo de dominación mestizos-negros. Por otro lado, se podría defender a J. Isaacs resaltando cierto carácter redentor hacia los esclavos; así lo muestran ciertos pasajes en los que el autor presenta una relación de cordialidad entre esclavos y amos, y el papel benefactor de estos últimos, por ejemplo en el trato dado a Juan Ángel (hijo de Nay) a quien la familia de Efraín vestía y protegía.

Centremos la atención en Juan Ángel. Al igual que su madre, él recibió un nombre distinto al suyo (originalmente en cierto idioma africano) en el momento en que fueron comprados por el padre de Efraín, en un acto de compasión y de rebeldía, en tanto que les trató como no esclavos (el padre de Efraín conocía que Nay fue capturada luego de la expedición de la ley 7 de 1821 y que el nacimiento de Juan Ángel fue también posterior a dicha ley). Sin embargo, “inevitablemente” la relación entre, a un lado, Nay (Feliciana) y su hijo (Juan Ángel) y, al otro lado, la familia de Efraín fue de sumisión de los primeros hacia los otros (¿se podría decir que de agradecimiento? como lo podría interpretar hoy día Rosa Haluf de Castro).

Una persona no puede escapar a las fronteras que su contexto le impone, de modo que Isaacs redactó su novela ateniéndose a los límites que una sociedad esclavista le demarcaba. A mi modo de ver, el autor refleja (al igual que en otros aspectos de su novela) su percepción como hijo de un hacendado del Cauca, sin dejar de manifestar sus inquietudes frente al sistema esclavista. La dedicación de varios capítulos a la historia de la esclavización de la princesa Nay y de su periplo desde el África hasta llegar a la hacienda de la familia de Efraín y, en general, el relato que constituye sobre la trata de africanos, manifiestan la inconformidad de Isaacs con la agresión perpetuada contra los africanos.

Estos capítulos de María son bastante conmovedores. En primer lugar, mantienen la idea romántica del amor intenso pero caprichoso en la medida que los amantes son irremediablemente separados. En segundo lugar, muestran el dolor afrontado por los africanos hechos esclavos; y en una frase, esclarecedora para mí (omitiendo el hecho de que Isaac denomina “salvaje” a la actitud de Nay), el autor presenta la angustia e impotencia de los esclavizados: “Nay había resuelto que el hijo de Sinar no sería esclavo. En una ocasión en que Gabriela (su ama) le hablaba del cielo, usó de toda su salvaje franqueza para preguntarle: - Si los hijos de esclavos mueren bautizados, ¿pueden ser ángeles?

Un análisis de mayor amplitud y profundidad se encuentra en Reflejo de la historia de la esclavitud enel relato de Nay y Sinar en la novela María de Gabriel Uribe.

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