Para Freud existen tres fuentes del sufrimiento humano: la supremacía de la Naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad. Frente a las dos primeras poco más se podría hacer que lo hecho hasta la época moderna. La tecnología ha alcanzado un desarrollo que permite palear ciertas “amenazas” de la naturaleza, aunque, a la vez hayan empeorado el nivel de daño de otras; esto ha ocasionado que permanentemente investiguemos para solucionar los problemas producidos por investigaciones pasadas. Sobre estas dos fuentes no profundizaré.
En cuanto a la tercera fuente, Freud señala que los humanos buscamos incansable y, a la vez, infructuosamente defendernos de sensaciones desagradables; huir es irrealizable, pues es inútil eludir la realidad. La aspiración de los humanos, para Freud, es la de conseguir ser felices; bien sea con la consecución de sensaciones placenteras o con la evasión de aquellas dolorosas. Frente al segundo mecanismo, el método de protección más inmediato es el de alejarse de los demás, del mundo exterior a si mismo. Para el autor, en el ser humano este método tendría preponderancia sobre la búsqueda de placeres, pues éste llega a considerarse feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento. No obstante, esto solo es una parte de la realidad. Freud argumenta que pocos han sido los resultados de prevenirnos del sufrimiento, señalando a nuestra propia constitución psíquica como la generadora de esta situación.
Para Freud, nuestra propia constitución psíquica es la otra porción de la naturaleza indomable presente en nuestra propia existencia (la una es la degradación de nuestros cuerpos). Indomable para la cultura. Esta última ha sido ensayado infructuosamente de reprimir las satisfacciones instintuales, las manifestaciones de los instintos y la personalidad primitiva. Aquel intento de represión ha generado la frustración del ser humano en su persecución por aniquilar el sufrimiento. Son ensayos en vano del ser humano, a través de su cultura, por replegar manifestaciones derivadas de sus instintos y de un carácter primitivo persistente, de su naturaleza, en específico, de su constitución psíquica. Según Freud, la cultura en su evolución impone cambios en las disposiciones instintivas del ser humano y a la par un conflicto entre lo deseado (sujeto a lo cultural) y lo alcanzado (sujeto a lo natural); una discrepancia entre la búsqueda por evadir el sufrimiento y nuestra realidad (plagada de sufrimientos). Freud señala que no sabemos cómo sucede esto; pero no se puede poner en duda la certeza de tal concepción.
De lo expuesto hasta aquí, puedo sugerir algunas características del análisis de Freud acerca de las relaciones interpersonales. Existe una naturaleza humana que permite, tal como las naturalezas del área de la física o de las ciencias naturales (Mousnier et al. 1969), establecer leyes (de comportamiento) para el ser humano; en consecuencia, existe una naturaleza humana que permite la posibilidad de dominarla y la posibilidad de predecir su causalidad. Aquella definición de la naturaleza de las cosas o primeras causas se entiende como determinismo. La constitución psíquica referida por Freud se basa en un determinismo biológico y psíquico; cuya certeza, a mi modo de ver, será validada por el lector en tanto que éste se identifique con aquella naturaleza humana a la que Freud hace referencia. De cualquier modo, de este determinismo resulta que sean abstraídos del análisis factores como el azar, la contingencia, las experiencias subjetivas e incluso la propia cultura.
De la explicación de Freud deduzco que la cultura juega un papel condicionante de la naturaleza humana, de los instintos del ser humano, suponiéndose que todos compartimos un núcleo de características a partir del cual pueden ser encadenados causas y efectos de una forma uniforme y, por tanto, predecible. Al otorgar a la cultura un papel secundario, impedido para producir comportamientos específicos para uno u otro conjunto social, Freud desestima el principio del relativismo, consiguiendo un análisis de nivel explicativo con vacíos que permitan comprender el tema de las relaciones interpersonales.